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Aranza Armesto

 

(1999). Originaria de la Ciudad de México, radica actualmente en Morelos, en donde cursó la Licenciatura en Artes en la Universidad Autónoma de Estado de Morelos. Su producción está atravesada por una sensibilidad ritual, que trasciende lo estético para anclarse en lo simbólico. Es un reflejo de su caminar en su práctica espiritual, que ha construido a raíz del estudio del pensamiento maya. Lo que la ha llevado a entender el tiempo desde los saberes de los contadores del tiempo de los pueblos Kaqchikeles. Seguir otro calendario no como gesto folclórico, sino como una forma radical de sincronizarse con otras lógicas del mundo. Para ella, el tiempo ha dejado de ser una línea para convertirse en un tejido vivo.

Ritualizar cada proceso, honrar la temporalidad sagrada de la creación le ha devuelto la potencia ceremonial a cada una de sus obras, creando desde la resonancia profunda de lo sutil. A través de la instalación, la pintura, el performance, la escritura y el tatuaje ha tejido una obra profundamente íntima y espiritual que va de lo pequeño a lo grande, dialogando con materiales naturales y con la historia de los espacios y objetos. Como tatuadora, ha descubierto también en la piel un territorio de memoria, y ha comenzado a trasladar esos gestos mínimos hacia lo textil, el bordado y otras prácticas corporales que amplían los márgenes del arte contemporáneo hacia lo sensible, lo espiritual y lo comunitario.

Su búsqueda la ha llevado a generar espacios de resonancia. Su trabajo es una invitación a pensar el arte como un proceso y encontrar que su valor reside en la experiencia, abriendo un potencial para la sensibilidad. Su obra no se mira, se habita.

Statement

Mi práctica artística parte de una búsqueda vital: entender cómo se habita un cuerpo, un espacio, un tiempo. Ha sido un medio para entrar en diálogo con las capas invisibles del mundo: con la memoria de los materiales, con las historias contenidas en los espacios, con las vibraciones que anteceden y que nos suceden.

Trabajo con la pintura, la instalación, el performance, la escritura, el bordado y el tatuaje artesanal handpoke. Cada uno de estos lenguajes me permite explorar lo ritual desde distintas escalas: la piel como territorio de memoria; el textil como extensión del cuerpo; los objetos como restos y resonancias de gestos pasados.

Utilizo materiales naturales —tierra, hilo, piedra, pigmentos orgánicos— porque me interesa crear desde lo vivo, desde lo que respira, se transforma y también se deteriora. Me interesa devolverle al arte su dimensión ceremonial, su capacidad de convocar silencio, cuidado y vínculo. Pensando el arte como una tecnología ancestral de percepción: una manera de tocar lo que no tiene forma, de sostener lo frágil, de escuchar lo que no siempre se dice.